Giniveth Soto se casó con Migdely Miranda, la mujer que amaba. Se tuvieron que ir a casar en otro país porque en el suyo las leyes todavía no reconocen su amor. Argentina fue el primer país en Latinoamérica en aprobar el matrimonio igualitario en todo su territorio hace mas de 4 años, por lo que -como muchas parejas de venezolanxs-, Giniveth y Migdely decidieron ir a dejar registro de su relación para obtener ciertas garantías que le ofrecieran alguna seguridad a su familia. Lo hicieron además el Día del Orgullo LGBTI para que quedara claro que mas que un acto privado, se trataba una acción política reivindicativa, un desafío.
Pero no se conformaron con eso. Giniveth no solamente era una mujer lesbiana enamorada, sino también una ciudadana con una gran conciencia de sus derechos y del principio de la igualdad y además contaba con la valentía y el compromiso necesarios para defenderlos. Así que decidieron venir a Venezuela a exigir que se reconociera su matrimonio, aquí nacieron las dos, aquí estaban sus afectos y era aquí donde querían materializar sus sueños y construir su historia juntas. Seis meses después de haberse casado en Argentina, Giniveth y Migdely se presentaron en la Oficina Principal del Registro Civil en Caracas con su acta de matrimonio para pedir que fuese registrado y considerado válido en territorio venezolano, tal como establece la Ley Orgánica de Registro Civil. Pero los funcionarios administrativos a cargo del Registro les negaron esa posibilidad, argumentaron que el Código Civil no estipulaba el reconocimiento de ese tipo de uniones. Ellas sabían que muy probablemente eso era lo que iba a suceder, pero eso no las paralizó. Solicitaron que el Registro les diera la negativa por escrito porque esperaban que ese fuese apenas un primer paso dentro de un camino largo y difícil hasta el reconocimiento de su familia.
La situación de discriminación legal en Venezuela no detuvo a la pareja en la búsqueda de sus sueños, mientras estuvieron en Caracas se sometieron a un proceso de reproducción asistida en la que Giniveth aportó un óvulo que fue fecundado in vitro e implantado en el útero de Migdely, con lo que ambas se convertirían en madres de un hermoso bebé llamado Salvador Gabriel. Salvador nació en Argentina porque era la única manera de que se reconociera legalmente que tenía dos madres en lugar de una. El empeño de Giniveth y Migdely por materializar sus sueños las trajo de regreso a Caracas para solicitar que la partida de nacimiento de su hijo fuese emitida con dos madres, tal como era en realidad. Pero el mismo Registro Civil que un año antes se negó a reconocer el matrimonio de sus dos mamás, le negó a Salvador el reconocimiento legal de su familia. Para el Estado venezolano su madre biológica no es su madre legal. Apenas días después de recibir esta negativa Giniveth fue asesinada en Caracas. En medio del robo del vehículo que usaba para hacer carreras de taxi y mantener a su familia, un delincuente le disparó en la cabeza y acabó con su vida. Gini tenía apenas 32 años y no pudo ver materializado su sueño de casarse en Venezuela, de ser la madre legal de Salvador y de tener una segunda hija nacida en su país como lo había planificado. La violencia le arrebató sus sueños. Todo el dolor que significa una pérdida tan trágica como ésta, parece haberse vuelto parte de la cotidianidad de Venezuela. Un país que luego de 13 Ministrxs del Interior y mas de 20 planes de “seguridad”se mantiene en los primeros lugares de muertes violentas en el mundo con decenas de miles de víctimas cada año. Aquí da la sensación de que todxs tenemos un número en la fila y estamos esperando que nos toque el turno. Como si fuese poco el riesgo al que estamos expuestxs todxs lxs venezolanxs de ser víctimas de la violencia y la impunidad, las personas LGBTI de Venezuela y nuestras familias también debemos enfrentarnos a la falta de protección legal. Luego del doloroso asesinato de su madre, el pequeño Salvador de apenas 3 meses de nacido ha quedado en situación de vulnerabilidad. Ni él ni su madre Migdely tienen el derecho de heredar los bienes que Gini deja en Venezuela, ni de recibir pensión de sobreviviente de corresponderle. Migdely no tenía derecho a decidir sobre los restos de su esposa, la persona a la que amaba y con la que soñaba pasar el resto de su vida.
por @edgarmanuel
Pero no se conformaron con eso. Giniveth no solamente era una mujer lesbiana enamorada, sino también una ciudadana con una gran conciencia de sus derechos y del principio de la igualdad y además contaba con la valentía y el compromiso necesarios para defenderlos. Así que decidieron venir a Venezuela a exigir que se reconociera su matrimonio, aquí nacieron las dos, aquí estaban sus afectos y era aquí donde querían materializar sus sueños y construir su historia juntas. Seis meses después de haberse casado en Argentina, Giniveth y Migdely se presentaron en la Oficina Principal del Registro Civil en Caracas con su acta de matrimonio para pedir que fuese registrado y considerado válido en territorio venezolano, tal como establece la Ley Orgánica de Registro Civil. Pero los funcionarios administrativos a cargo del Registro les negaron esa posibilidad, argumentaron que el Código Civil no estipulaba el reconocimiento de ese tipo de uniones. Ellas sabían que muy probablemente eso era lo que iba a suceder, pero eso no las paralizó. Solicitaron que el Registro les diera la negativa por escrito porque esperaban que ese fuese apenas un primer paso dentro de un camino largo y difícil hasta el reconocimiento de su familia.
La situación de discriminación legal en Venezuela no detuvo a la pareja en la búsqueda de sus sueños, mientras estuvieron en Caracas se sometieron a un proceso de reproducción asistida en la que Giniveth aportó un óvulo que fue fecundado in vitro e implantado en el útero de Migdely, con lo que ambas se convertirían en madres de un hermoso bebé llamado Salvador Gabriel. Salvador nació en Argentina porque era la única manera de que se reconociera legalmente que tenía dos madres en lugar de una. El empeño de Giniveth y Migdely por materializar sus sueños las trajo de regreso a Caracas para solicitar que la partida de nacimiento de su hijo fuese emitida con dos madres, tal como era en realidad. Pero el mismo Registro Civil que un año antes se negó a reconocer el matrimonio de sus dos mamás, le negó a Salvador el reconocimiento legal de su familia. Para el Estado venezolano su madre biológica no es su madre legal. Apenas días después de recibir esta negativa Giniveth fue asesinada en Caracas. En medio del robo del vehículo que usaba para hacer carreras de taxi y mantener a su familia, un delincuente le disparó en la cabeza y acabó con su vida. Gini tenía apenas 32 años y no pudo ver materializado su sueño de casarse en Venezuela, de ser la madre legal de Salvador y de tener una segunda hija nacida en su país como lo había planificado. La violencia le arrebató sus sueños. Todo el dolor que significa una pérdida tan trágica como ésta, parece haberse vuelto parte de la cotidianidad de Venezuela. Un país que luego de 13 Ministrxs del Interior y mas de 20 planes de “seguridad”se mantiene en los primeros lugares de muertes violentas en el mundo con decenas de miles de víctimas cada año. Aquí da la sensación de que todxs tenemos un número en la fila y estamos esperando que nos toque el turno. Como si fuese poco el riesgo al que estamos expuestxs todxs lxs venezolanxs de ser víctimas de la violencia y la impunidad, las personas LGBTI de Venezuela y nuestras familias también debemos enfrentarnos a la falta de protección legal. Luego del doloroso asesinato de su madre, el pequeño Salvador de apenas 3 meses de nacido ha quedado en situación de vulnerabilidad. Ni él ni su madre Migdely tienen el derecho de heredar los bienes que Gini deja en Venezuela, ni de recibir pensión de sobreviviente de corresponderle. Migdely no tenía derecho a decidir sobre los restos de su esposa, la persona a la que amaba y con la que soñaba pasar el resto de su vida.
por @edgarmanuel