En la última década, los gobiernos de América y el mundo, han venido dando un giro hacia el progreso en torno a derechos de una comunidad históricamente marginada y segregada como lo es la comunidad de Lesbianas, Gais, Bisexuales, Transexuales e Intersexuales (LGBTI), al incluir y desarrollar políticas públicas destinadas al reconocimiento de derechos. Es casi un tabú hablar de Derechos Humanos en general y más aún cuando le damos un enfoque de orientación sexual e identidad de género, que demuestra que este no es más que un régimen de carácter conservador y fundamentalista, basado en el militarismo.
No podemos pensar en el desarrollo de las naciones solo enfocándonos en el aspecto económico y financiero, tenemos que fijar nuestra vista y accionar en la calidad de vida del ciudadano, en la igualdad de oportunidades para desarrollo de nuestras capacidades, en el reconocimiento de su ciudadanía y su valor potencial como contribuyente y constructor del progreso de un país. En ese orden de ideas hablamos del avance del reconocimiento de los derechos de la comunidad LGBTI en toda la región, como reconocimiento de derechos de pareja en Brasil, Colombia, Uruguay, Argentina y Ecuador, igualmente existen avances importantes en el tema de reconocimiento a la identidad autopercibida en gran parte de los países de la región; al igual que leyes que penalizan los crimines de odio por orientación sexual o identidad de género. Pensemos en como el reconocimiento de esta parte de la sociedad, que siempre ha existido, pero que ha tratado de ser invisibilizada, puede, a través de acciones afirmativas, contribuir en la construcción de un país de ciudadanos. Hemos visto como en los países antes mencionados, la inclusión efectiva, el nivel de respeto, tolerancia, igualdad, equidad y no discriminación han consolidado los valores que tanto citamos y necesitamos en la Venezuela de hoy, valores que han sido repotenciados en todas estas sociedades a través de políticas públicas que llaman al reconocimiento de personas que aunque las vemos a diario en el hogar, en el lugar de trabajo, en sitios de recreación no respetamos sencillamente por esquemas machistas aprendidos.
Actualmente en Venezuela contamos con un régimen que por acción e incluso por omisión, demuestra su carácter homofóbico y discriminatorio, fomentando desde el discurso “institucional”, el rechazo a las personas ya sea por su orientación sexual, pensamiento crítico, ideologia política, etc., utilizando la diversidad como objeto de burla, aupando violencia y el odio hacia quienes se atreven a ser, pensar o actuar distinto a lo normado por la cúpula gobernante. De quienes deberían hoy actuar para la mejora de las condiciones sociales actuales solo hemos conseguido la omisión total a las propuestas, denuncias, iniciativas y reclamos realizadas por la comunidad.
Actualmente, en la sede de la Asamblea Nacional, reposa la propuesta del Matrimonio Igualitario, ¿será que quienes hoy desempeñan el cargo de legisladores y legisladoras llevarán a Venezuela a los avances pertinentes del siglo? ¿O, como en oportunidades anteriores quedaremos en el oscurantismo y marcado subdesarrollo?
No podemos pensar en el desarrollo de las naciones solo enfocándonos en el aspecto económico y financiero, tenemos que fijar nuestra vista y accionar en la calidad de vida del ciudadano, en la igualdad de oportunidades para desarrollo de nuestras capacidades, en el reconocimiento de su ciudadanía y su valor potencial como contribuyente y constructor del progreso de un país. En ese orden de ideas hablamos del avance del reconocimiento de los derechos de la comunidad LGBTI en toda la región, como reconocimiento de derechos de pareja en Brasil, Colombia, Uruguay, Argentina y Ecuador, igualmente existen avances importantes en el tema de reconocimiento a la identidad autopercibida en gran parte de los países de la región; al igual que leyes que penalizan los crimines de odio por orientación sexual o identidad de género. Pensemos en como el reconocimiento de esta parte de la sociedad, que siempre ha existido, pero que ha tratado de ser invisibilizada, puede, a través de acciones afirmativas, contribuir en la construcción de un país de ciudadanos. Hemos visto como en los países antes mencionados, la inclusión efectiva, el nivel de respeto, tolerancia, igualdad, equidad y no discriminación han consolidado los valores que tanto citamos y necesitamos en la Venezuela de hoy, valores que han sido repotenciados en todas estas sociedades a través de políticas públicas que llaman al reconocimiento de personas que aunque las vemos a diario en el hogar, en el lugar de trabajo, en sitios de recreación no respetamos sencillamente por esquemas machistas aprendidos.
Actualmente en Venezuela contamos con un régimen que por acción e incluso por omisión, demuestra su carácter homofóbico y discriminatorio, fomentando desde el discurso “institucional”, el rechazo a las personas ya sea por su orientación sexual, pensamiento crítico, ideologia política, etc., utilizando la diversidad como objeto de burla, aupando violencia y el odio hacia quienes se atreven a ser, pensar o actuar distinto a lo normado por la cúpula gobernante. De quienes deberían hoy actuar para la mejora de las condiciones sociales actuales solo hemos conseguido la omisión total a las propuestas, denuncias, iniciativas y reclamos realizadas por la comunidad.
Actualmente, en la sede de la Asamblea Nacional, reposa la propuesta del Matrimonio Igualitario, ¿será que quienes hoy desempeñan el cargo de legisladores y legisladoras llevarán a Venezuela a los avances pertinentes del siglo? ¿O, como en oportunidades anteriores quedaremos en el oscurantismo y marcado subdesarrollo?